Penélope Doyle todavía tenía que encontrar a un hombre que no se convirtiera en rana al primer beso y, cuando el peor ejemplo de la especie humana le robó el corazón y sus ahorros, juró no volver a creer en cuentos de hadas. Por eso decidió
aceptar un empleo en El Zafir y conoció a su nuevo jefe, Rafiq Hassan, un verdadero príncipe que, con su magnetismo, la hacía desear volver a creer en el amor.
Obviamente, todo un jeque no se molestaría siquiera en mirar a una chica como ella, por muy inteligente que fuera.
Pero entonces la besó...
Penny ya no creía en el amor... hasta que lo conoció a él.